Semana 1: El argumento de tu relato es tu chiste preferido:
Dure mucho tiempo pensando en mi chiste preferido, no conseguí reírme con ninguno a pesar de que considero que son mis favoritos, posiblemente porque no tengo un gran repertorio de chistes. Entre la gallinita plus, el pollo que levantaba una pata y luego otra, el gusanito que se fue de viaje para poder casarse y el sapo que vitoreaba a su padre, porque le paso una rueda encima, no recuerdo grandes magnificencias. Además la mayoría son crueles. Pero después de tanto darle vuelta, conseguí uno que podría servir para contar una historia. He aquí uno de mis chistes preferidos.
La hormiga que mato al elefante
monstruo de cuatro patas siempre lo destruía.
- ¡No permitiremos seguir siendo pisoteados por el monstruo gigante, tenemos que ir a la guerra! Gritaba la hormiga guerrera
- Señor disculpe, pero somos muy pequeñas para combatir, perderemos indudablemente. Dijo una hormiga obrera, que recién había vivido la primera catástrofe.
El silencio se extendió entre las hormigas, Anti una hormiga nodriza, salió dentro del gran apilamiento y paso al frente, miro al obrero como si todavía fuera un niño y se acerco a la hormiga reina.
- Mi reina, se que usted puede ver mas allá de lo que le dicen todas estas hormigas jóvenes y recién nacidas. Usted ha formado una colonia, y nosotros en conjunto con trabajo y esfuerzo hemos logrado este nido. Aunque muchas veces ha tenido que ser reconstruido, no ha pasado un día en que no salgamos adelante. Tenemos que ser más inteligentes que el monstruo de cuatro patas y aplica las mismas tácticas que hemos usado para construir el nido.
Así paso todo el día, todas las hormigas habían abandonado su tarea. Entre negociaciones, repartir cargos, construir armas, establecer estrategias habían decidido después de muchos meses ir a la guerra. Entendían que en la unión estaba la fuerza.
- Señor disculpe, pero somos muy pequeñas para combatir, perderemos indudablemente. Dijo una hormiga obrera, que recién había vivido la primera catástrofe.
El silencio se extendió entre las hormigas, Anti una hormiga nodriza, salió dentro del gran apilamiento y paso al frente, miro al obrero como si todavía fuera un niño y se acerco a la hormiga reina.
- Mi reina, se que usted puede ver mas allá de lo que le dicen todas estas hormigas jóvenes y recién nacidas. Usted ha formado una colonia, y nosotros en conjunto con trabajo y esfuerzo hemos logrado este nido. Aunque muchas veces ha tenido que ser reconstruido, no ha pasado un día en que no salgamos adelante. Tenemos que ser más inteligentes que el monstruo de cuatro patas y aplica las mismas tácticas que hemos usado para construir el nido.
Así paso todo el día, todas las hormigas habían abandonado su tarea. Entre negociaciones, repartir cargos, construir armas, establecer estrategias habían decidido después de muchos meses ir a la guerra. Entendían que en la unión estaba la fuerza.
La hormiga obrera que era muy joven, se vio inspirada por las palabras de Anti, seria un héroe, lucharía hasta que el monstruo cayera o él muriera. Así comenzaron a salir, todas en grupos, ordenadas, como si fueran un solo bloque. Un grupo se escondió entre unas hojas caídas y esperaron, el otro subió a los arboles, en una caminata ardua para esperar entre las ramas.
Los elefantes generalmente caminan despreocupados, su poder reside en el hecho de que son grandes y fuertes. No tienen que mirar hacia abajo y preocuparse, nadie osaría en molestarlos. Oki era un elefante muy juguetón, le encantaba saltar por el bosque. Ese día iba más feliz que ningún otro, porque había conseguido comer uno de sus pastos preferidos. Salto entre charcos, corrió en círculos y alzo su trompa muchas veces. Pero de lo feliz que iba no se percato de los pequeños cambios que vibraban en el ambiente, de las energías negativas, de las envidias por su felicidad. Jamás pensó que un grupo de hormigas estuviera enojado con él porque siempre pisoteaba su nido. Su vida era más sencilla que la de ellas, pero nadie osaba en quitarle importancia.
Cuando de repente sintió que miles de puntos negros salieron de la nada y lo cubrieron todo. Quedo negrito de los pies hasta la cabeza, incluso los orificios de su nariz tenían puntitos negros. Le daban cosquillas, tenía muchas ganas de reír, pero al mismo tiempo, sentía que le daban corrientasos. No aguanto mucho ese nuevo juego, el cual bautizo cosquillas negras y se sacudió.
Con una sola sacudida todos los puntos salieron volando y dieron quien sabe a donde. Por fin estaba relajado otra vez, así que siguió su camino. Pero mientras eso pasaba un nido de hormigas era arrasado por unas patas enormes.
Desde el suelo muchas hormigas gemían de dolor, algunas habían perdido partes de sus extremidades. Las que eran soldados, trataban de formar las filas y recoger a los heridos. Cuando Anti la hormiga nodriza en sus últimos alientos vio un pequeño punto negro en el cuello del elefante. Todavía había esperanza, todavía había hormigas que lucharían hasta el final. Señalo con un dedo al héroe que seguía colgando en el monstruo y los soldados lo vieron, en los ojos de cada hormiga brillo un hilo de esperanza y entre todas comenzaron a gritar a esa hormiga obrera de sueños grandes:
-¡ahórcalo, ahorca al monstruo!, -¡ahórcalo, ahorca al monstruo! Decían. Fue lo último que escucho Anti, antes de cerrar los ojos y encontrar la paz.
Con una sola sacudida todos los puntos salieron volando y dieron quien sabe a donde. Por fin estaba relajado otra vez, así que siguió su camino. Pero mientras eso pasaba un nido de hormigas era arrasado por unas patas enormes.
Desde el suelo muchas hormigas gemían de dolor, algunas habían perdido partes de sus extremidades. Las que eran soldados, trataban de formar las filas y recoger a los heridos. Cuando Anti la hormiga nodriza en sus últimos alientos vio un pequeño punto negro en el cuello del elefante. Todavía había esperanza, todavía había hormigas que lucharían hasta el final. Señalo con un dedo al héroe que seguía colgando en el monstruo y los soldados lo vieron, en los ojos de cada hormiga brillo un hilo de esperanza y entre todas comenzaron a gritar a esa hormiga obrera de sueños grandes:
-¡ahórcalo, ahorca al monstruo!, -¡ahórcalo, ahorca al monstruo! Decían. Fue lo último que escucho Anti, antes de cerrar los ojos y encontrar la paz.
Marialy
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